Una señora de setenta y cinco años coge un tazón y le pide al camarero que se lo llene de caldo. A continuación, se sienta en una de las muchas mesas del local. Pero, apenas sentada, se da cuenta que se ha olvidado del pan. Entonces se levanta, se dirige a coger un bollo para comerlo con el caldo y vuelve a su sitio.
¡Sorpresa! Delante del tazón del caldo se encuentra sin inmutarse un hombre de color, un negro, que está comiendo tranquilamente. ¡Esto es el colmo, piensa la señora, pero no me dejará robar! Dicho y hecho. Parte el bollo en pedazos los mete en el tazón que está delante del negro y coloca la cuchara en el recipiente.
El negro complaciente, sonríe. Toman una cucharada cada uno hasta terminar la sopa, todo ello en silencio. Terminada la sopa, el hombre de color se levanta, se acerca a la barra y vuelve poco después con un abundante plato de "espagueti" y... dos tenedores. Comen los dos del mismo plato, en silencio, turnándose. Al final se van.
¡Hasta la vista ! saluda la mujer.
¡Hasta la vista! responde el hombre, reflejando una sonrisa en sus ojos. Parece satisfecho por haber realizado una buena acción. Se aleja.
La mujer lo sigue con su mirada, una vez vencido su estupor busca con su mano el bolso que había colgado en el respaldo de su silla. Pero ... ¡sorpresa! el bolso ha desaparecido. Entonces aquel negro... Iba a gritar ¡ladrón! cuando, ojeando a su alrededor ve su bolso colgado de una silla dos mesas más atrás de donde estaba ella, y sobre la mesa la bandeja con un tazón de caldo ya frío.
Inmediatamente se da cuenta de lo sucedido. No ha sido el africano el que ha comido su sopa, ha sido ella quien, equivocándose de mesa, como gran señora ha comido a costa del africano.
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